¿Son las sociedades un reflejo de los políticos que gobiernan o son los políticos que gobiernan un reflejo de la sociedad que los elige? Me inclino por la segunda opción, los políticos son un reflejo de la sociedad que los elije. Y si mi razonamiento es correcto, estamos mal, muy mal.

Con la totalidad del escrutinio de al menos 21 provincias el presente proceso electoral está llegando a su término, y nos ha dado algunos resultados que demandan atención. Entre éstos tenemos la reelección del señor Félix Ramón Bautista Rosario.

Todos recordamos cómo terminó el proceso judicial instrumentado en su contra por el Ministerio Público (MP), que a decir verdad, ahora sabemos que aquello fue un auténtico ejercicio de una lucha contra la corrupción estatal, sino una estrategia de la precampaña presidencial de una de las tendencias del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Pero, sin importar los motivos que hicieron posible la ejecución del proceso, por las evidencias expuestas en éste los dominicanos pudimos enterarnos de las graves acusaciones que pesaban sobre este senador, provocando en la sociedad todo un estado de espanto. Inmediatamente después de que la Suprema Corte de Justicia (SCJ) dictó un “no ha lugar” que favoreció a Bautista se desató una violenta campaña contra ese alto tribunal, contra el sistema de Justica mismo y contra el MP, en la persona del procurador general de la República, el señor Francisco Domínguez Brito. Al tribunal se le acusó “estar confabulado a favor del acusado”, del sistema de justicia se dijo que “estaba podrido en todos sus estamentos” y al procurador se le reclamó acremente que él no apeló la sentencia “porque el verdadero motivo de este proceso era favorecer la repostulación de su jefe, el presidente Danilo Medina”. Aquello se convirtió en un episodio de dignidad colectiva expresada por todos los niveles de la sociedad.

Podríamos estar de acuerdo o no con los reclamos que se hicieron en esos días, cuando parecía haber en la mayoría de los dominicanos un sentimiento de irritación y asqueo por el estado de cosas. Pero eso no tiene importancia para los fines de este artículo, ya que lo que intentamos determinar es si todo aquello valió la pena.

Bautista ha obtenido una votación del 69.33% en su provincia, San Juan, lo que lo convierte en el candidato más votado en estas elecciones, porcentualmente, claro es. Podríamos decir que el senador cometió fraude, alteró actas, compró votos, cédulas, que “compro voluntades” de presidentes de colegios y de delegados de partidos contrarios, igualmente se podría argüir que parte de esos votos son un arrastre por los votos de los candidatos a diputados, y todas estas posibilidades pueden ser ciertas. Pero si somos objetivos tenemos que admitir el hecho de que en ese 69% tiene necesariamente que haber un importante caudal de votos por preferencia directa hacia el congresista reelecto.

Se podría argumentar que el sentimiento de indignación fue nacional y que sólo los sanjuanenses les favorecieron con sus votos, que esos ciudadanos son los únicos colectivamente culpables de que el señor Bautista continúe siendo senador de la República. Sin embargo, similares resultados se repitieron en toda la geografía nacional, y aunque la provincia de San Juan sea finalista en la carrera por el premio al voto desatinado, antes de entregar el trofeo debemos ver que tiene fuertes competidores. Miremos los resultados en Dajabón, Monseñor Noel, Duarte, Monte Plata y el mismo Distrito Nacional, por mencionar sólo algunos casos donde congresistas que han sido seriamente cuestionados por motivos que van desde corrupción misma, vagancia, ineptitudes e incluso por serias sospechas de analfabetismo funcional, y todos esos representantes de esas demarcaciones repetirán en sus posiciones. No cometamos, además, la ingenuidad de pensar que Félix Bautista es el único cuestionado de nuestros asambleístas. Él es sólo uno de una ronda de políticos que no deberían recibir la aprobación de sus munícipes para pertenecer al primer poder del Estado. Lo que diferencia a Bautista de muchos de sus compañeros es la discreción. Es sólo eso.

Me resulta penoso admitir que todas aquellas expresiones de dignidad nacional, todas esas rasgaduras vestiduras ahora se ven ridículas, risibles y, posiblemente, hipócritas. Se dijo que Domínguez Brito hizo un show mediático con este proceso, y me encuentro entre quienes así lo creen, pero ¿qué hicimos nosotros, como sociedad, como colectividad? ¿Acaso, no fue otro show? ¿Fuimos colectivamente honestos? Una de las evidencias de este traumático proceso electoral es que la sociedad dominicana no pocas veces se comporta de manera similar a sus políticos.

En este punto la pregunta es: ¿son las sociedades un reflejo de los políticos que gobiernan o son los políticos que gobiernan un reflejo de la sociedad que los elige? Me inclino por la segunda opción, los políticos son un reflejo de la sociedad que los elije. Y si mi razonamiento es correcto, estamos mal, muy mal.

En República Dominicana vivimos en una democracia, con gravísimas imperfecciones, pero es una democracia. Se asume que en este sistema político el pueblo es “el soberano”, pero es un soberano eternamente menor de edad, por lo que necesita un regente que decida por él, es decir, un gobierno, unas autoridades. El único día en que a ese pueblo se le da la real oportunidad de decidir por él mismo, es el día de elecciones. En el breve instante en que un ciudadano tiene en sus manos unas boletas electorales tiene el poder de incidir en el cambio del estado actual de cosas del país, ya sea para bien o para mal. Las causas de la persistencia de la corrupción en nuestro país son múltiples, y una de ellas se encuentra en la ausencia de un castigo en las urnas, ya que entendiendo que las elecciones tienen el poder de servir como mecanismo de control y sanción a los políticos que no ejercen un desempeño que beneficie a las mayorías, tenemos que asumir que los dominicanos no hemos comprendido esta función del sufragio. La reelección Bautista lo evidencia.

En ocasiones en el estudio de los fenómenos sociales, y reelección del senador hay que verlo como tal, es más importante lo que éstos significan que los hechos en sí mismo. ¿Qué significa, pues, que los dominicanos elijamos una y otra vez a políticos seriamente cuestionados para dirigirnos? ¿Qué podemos esperar de una sociedad que elige a ciudadanos que son considerados como corruptos para que confeccionen y voten sus leyes? Si mucho antes del 15 de mayo pasado teníamos conocimiento de las acusaciones de las inconductas de estos políticos y aun así lo votamos, ¿tendría algún sentido quejarse y protestar cuando llegue a la opinión pública nuevas acusaciones de corrupción?

Es claro que hemos tenido ciertos retrocesos en este proceso electoral, y si fuéramos una sociedad que aprende, deberíamos obtener algún aprendizaje de éstos episodios. Pero, en verdad, no creo que este aprendizaje se produzca.

2 comentarios en “Félix Bautista, el candidato mejor valorado en las elecciones de República Dominicana

    1. Asumo que hay que estar de acuerdo con usted, la educación tiene un rol fundamental en la calidad de voto. Por esto a nuestros políticos sienten fascinación por las colectividades poco educadas, que puedan manipularlas con discursos estériles y sin sentido.

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